Tras nuestra grata experiencia en las Islas Azores, Portugal, este año nos hemos decidido por el archipiélago de Madeira, también en tierras lusas.
Nos hemos alojado en el Hotel Savoy Calheta Beach, situado en el suroeste de la isla, éste ha sido nuestro punto de partida para las distintas excursiones. Entre los encantos del alojamiento, el hecho de tener una playa artificial ganada al mar, recuerda que en la isla no abundan las playas.
Visita obligada a la capital Funchal. Paseo por la "Rua de Santa María", una pintoresca y estrecha calle empedrada, donde cada una de las puertas es una pequeña obra de arte. Subida a la parte alta de la ciudad mediante el teleférico y bajada mediante los "Carreiros do Monte", cestos de mimbre guiados e impulsados por dos personas, donde te deslizarán a lo largo de 2 kilómetros por el pavimento de las calles. Muy recomendable y divertido, 25 euros cada cesto para dos personas.
Su mercado también merece un pequeño paseo, "Mercado de Labradores", aquí encontrarás aromas característicos y tradicionales presentes en exóticas frutas frescas como el maracuyá o la papaya, así como vegetales y flores locales. En el piso inferior hay una plaza de venta de pescado, ofrece una diversidad de pescados frescos y merece la pena ver el raro y delicioso peixe espada preto (conocido como sable negro en España), que vive a grandes profundidades. En los alrededores de la capital puedes encontrar otra parada interesante, "Cabo Girao", situado en el promontorio más alto de Europa, a 580 metros de altitud, famoso por su plataforma de cristal suspendida no apta para acrofóbicos. Increíbles vistas.
Otra escapada la centramos en visitar un pueblo pescador, Canical, localidad que invita al viajero a comer en sus diferentes restaurantes junto al puerto pesquero, desde aquí te podrás dirigir y pasar el día en una de las pocas playas de arena, Playa de Machico, según ellos una de las playas más espectaculares de la isla.
Santana, localidad situada en el norte de la isla, es otro punto habitual de turistas para ver sus típicas y coloridas casas triangulares, con un grueso tejado de paja que las cubre por completo. Las casas están rodeadas por jardines de flores.
En la zona norte de la isla encontrarás un paisaje totalmente distinto al del sur, mucho más verde, no olvides allí visitar la Gruta de San Vicente, centro de vulcanismo donde ver y entender la formación del archipiélago, podrás ver impresionantes formaciones geológicas, así como pequeños lagos de agua transparente. Hay un ascensor que simula un viaje al interior de la Tierra, interesante para los pequeños.
Aunque la isla dicen que tiene que conocerse mediante sus rutas de senderismo, si esta no es tu opción, tendrás que hacerlo mediante estas u otras escapadas. Lo mejor su gastronomía. Entre sus especialidades el pulpo y las lapas, y entre sus licores la poncha y la ginja. No dejes de probar los productos elaborados con maracuyá.
Una muestra más de isla oceánica, nada que ver con las mediterráneas, pero con un atractivo peculiar.
Nos hemos alojado en el Hotel Savoy Calheta Beach, situado en el suroeste de la isla, éste ha sido nuestro punto de partida para las distintas excursiones. Entre los encantos del alojamiento, el hecho de tener una playa artificial ganada al mar, recuerda que en la isla no abundan las playas.
Visita obligada a la capital Funchal. Paseo por la "Rua de Santa María", una pintoresca y estrecha calle empedrada, donde cada una de las puertas es una pequeña obra de arte. Subida a la parte alta de la ciudad mediante el teleférico y bajada mediante los "Carreiros do Monte", cestos de mimbre guiados e impulsados por dos personas, donde te deslizarán a lo largo de 2 kilómetros por el pavimento de las calles. Muy recomendable y divertido, 25 euros cada cesto para dos personas.
Otra escapada la centramos en visitar un pueblo pescador, Canical, localidad que invita al viajero a comer en sus diferentes restaurantes junto al puerto pesquero, desde aquí te podrás dirigir y pasar el día en una de las pocas playas de arena, Playa de Machico, según ellos una de las playas más espectaculares de la isla.
Santana, localidad situada en el norte de la isla, es otro punto habitual de turistas para ver sus típicas y coloridas casas triangulares, con un grueso tejado de paja que las cubre por completo. Las casas están rodeadas por jardines de flores.
En la zona norte de la isla encontrarás un paisaje totalmente distinto al del sur, mucho más verde, no olvides allí visitar la Gruta de San Vicente, centro de vulcanismo donde ver y entender la formación del archipiélago, podrás ver impresionantes formaciones geológicas, así como pequeños lagos de agua transparente. Hay un ascensor que simula un viaje al interior de la Tierra, interesante para los pequeños.
En el noroeste encontrarás Porto Moriz, una de las ciudades más antiguas de la isla, su mayor atractivo son las piscinas naturales formadas por lava volcánica, donde el mar entra llenándolas de agua cristalina. Al lado tienes las piscinas naturales privadas, estas cuentan con todo tipo de servicios, vestuarios, restaurante, duchas, etc. Siguiendo el paseo marítimo encontrarás el Fuerte de Joäo Batista, que se construyó para proteger a la población de los asaltos de los piratas. Ahora ha sido restaurado y transformado en el acuario de Madeira, visita a tener en cuenta.
Si vas a la isla no debes perderte una de sus excursiones para ver los delfines y ballenas. En nuestro caso, solo avistamos los primeros. Aunque no era la primera vez que los veíamos siempre es una experiencia única ver como juegan y saltan alrededor del barco.
Aunque la isla dicen que tiene que conocerse mediante sus rutas de senderismo, si esta no es tu opción, tendrás que hacerlo mediante estas u otras escapadas. Lo mejor su gastronomía. Entre sus especialidades el pulpo y las lapas, y entre sus licores la poncha y la ginja. No dejes de probar los productos elaborados con maracuyá.
Una muestra más de isla oceánica, nada que ver con las mediterráneas, pero con un atractivo peculiar.
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